¿Cómo afecta la meteorología a la alergia al polen?

Mientras que, en un día de sol, hay personas que salen enseguida al parque, es probable que las que padecen alergia al polen quieran refugiarse en casa. Esto se debe a que los días cálidos, secos y soleados de los meses de verano suelen provocar un nivel de polen elevado.

La alergia al polen en España tiene una especial incidencia en los meses de primavera, desde marzo hasta junio e incluso julio.² Por supuesto, dependiendo de dónde vivas, la estación puede empezar en momentos distintos debido a la variedad climática y geográfica española. En cualquier caso, el tiempo más cálido y soleado trae consigo niveles más altos de polen de árboles y gramíneas.

Cuando las temperaturas superan los 13 °C, el calor hace que los árboles liberen polen.³

Según la Met Office, los árboles responden mejor a un rango de temperaturas de entre 13 y 15 °C. Sin embargo, los niveles de polen disminuyen si las temperaturas sobrepasan los 28 °C. Si hace mucho calor durante varios días seguidos, es posible que no haya polen.⁴ Esta es otra de las formas en las que la meteorología y la alergia al polen están relacionadas.

La lluvia provoca una disminución de la concentración de polen, ya que la humedad ejerce un peso sobre el polen y lo mantiene en el suelo. Además, la lluvia también impide el transporte del polen y despeja el aire, lo cual es un impacto positivo para las personas con alergia al polen.

Sin embargo, la hora y la cantidad en que llueve durante el día pueden marcar una gran diferencia. Puede que una lluvia fuerte y prolongada a primera hora de la mañana mantenga bajos los niveles de polen durante todo el día, mientras que la lluvia de la tarde tendrá un impacto menor.⁴

La lluvia no siempre supone el final de los síntomas de la alergia al polen. Las tormentas intensas de verano suelen producirse tras una época de tiempo seco, durante la cual el polen se acumula en el suelo. Estas tormentas agitan el polen y las partículas contaminantes del aire, por lo que pueden aumentar los niveles de polen y desencadenar la alergia al polen.

Si, además, también llueve al mismo tiempo, la humedad del aire puede romper los granos de polen de gramíneas secas y, así, liberar nubes de diminutos fragmentos alergénicos en el aire circundante.⁵

Las tormentas de verano pueden producir «asma por tormenta», un fenómeno por el que las personas con alergia al polen también presentan síntomas de asma como parte de su reacción alérgica.

El viento transporta el polen y puede llevarlo muy lejos, hasta cientos de kilómetros. Sin embargo, todo depende de la fuerza del viento. Según la Met Office, si el viento es demasiado débil, el polen no despegará del suelo para dispersarse y, por el contrario, si hace demasiado viento, puede diluirse considerablemente. Para dispersarse, los distintos tipos de polen necesitan velocidades de viento diferentes.⁴

La hora del día también es un factor importante para la alergia al polen. Las plantas empiezan a liberar polen a primera hora de la mañana y, según va aumentando la temperatura durante el día y se van abriendo más flores, los niveles de polen aumentan. El aire caliente ascendente arrastra consigo el polen, que luego vuelve a descender con el aire fresco de la tarde.

Esto explica por qué los síntomas pueden ser molestos a mediodía y por qué en mitad de una noche calurosa puedes sufrir un ataque de alergia al polen, sobre todo si duermes con las ventanas abiertas, aunque las plantas que producen polen se hayan cerrado por la noche.

• Primavera. Las plantas empiezan a liberar polen en febrero o marzo. El polen de los árboles también es un alérgeno primaveral frecuente.

• Verano. A principios de verano, el polen de las gramíneas puede desencadenar reacciones alérgicas. Cuando el verano está más avanzado, el polen de las malas hierbas, como la ambrosía, puede ser problemático.

• Otoño. La temporada de ambrosía suele terminar con la primera helada de octubre.

• Invierno. Los alérgenos de interior, como la caspa de las mascotas y los ácaros del polvo, pueden producir síntomas en invierno, pero hay menos alérgenos polínicos.

• Anticípate a la alergia.  Si descubres que tienes los mismos síntomas de alergia todos los años en la misma época (por ejemplo, al polen de gramíneas en verano), empieza a prepararte pronto. Consulta a tu médico de cabecera si puedes tomar tratamientos antialérgicos unas dos semanas antes de la época en la que sueles empezar a estornudar, toser o sentir picores. De este modo, puedes prevenir los síntomas antes de que empiecen.

• Fíjate en la meteorología.  Comprueba los niveles locales de polen, presta atención a los días de acción del ozono y pasa menos tiempo al aire libre cuando el pico de polinización pueda provocar un aumento de los síntomas.

• Controla tu entorno.  No puedes cambiar lo que ocurre fuera, pero sí que tienes cierto control sobre tu entorno interior. Utiliza un purificador de aire para atrapar el polen y otras partículas microscópicas, así como el polvo.

• Lava las superficies donde pueda haber alérgenos. El polen puede acumularse en la piel, el pelo, la ropa, el calzado y las mascotas.⁶ Después de estar al aire libre, trata de lavar la ropa en cuanto te la quites y dúchate para eliminar las partículas de polen.

• Evita que el polen entre en casa. Cierra las ventanas en la medida de lo posible para evitar que el polen se cuele en el interior. Plantéate secar la ropa en el interior en vez de en el jardín, ya que el polen puede adherirse a las sábanas y las toallas.

El polen llega a todas partes, tanto dentro como fuera de casa. Puede viajar muy lejos y es difícil evitarlo por completo. Pero si tomas medidas sencillas para reducir la exposición y te mantienes al tanto de las previsiones meteorológicas y los niveles de polen, sí que puedes lograr controlar los síntomas de la alergia al polen.